jueves, 27 de octubre de 2022

 


Reencuentro por Nilda Alaimo

 Tarde fría. El cielo de un gris plomizo. Comencé a caminar en medio de ese sonoro silencio de los días de invierno cuando el aroma de la cafetería de la esquina me invitó a entrar. 
¡Sorpresa! Sentada en una mesa, concentrada en la lectura de un libro veo a alguien con quien compartí muchas y valiosas tardes. 
-¡Hola profe! Le dije solemnemente. Un placer encontrarte después de tanto tiempo. Aunque... ¿Aquí se pierde la noción del tiempo, no?
Nos unimos en un cálido y sentido abrazo. 
-¡Qué linda sorpresa encontrarme con una vieja alumna! Vení, sentate. Te pido un cortado así charlamos de esos inolvidables tiempos pasados. 
-¡Con todo gusto! Un cortado con medialunas puede ser... ya que no tenemos aquellos riquísimos budines que preparaban las chicas. 
-Contame que haces, te noto pensativa. ¿O seguís tan despistada como antes? como decía una de las chicas (riendo)
-Es que... si me ves pensativa es porque al verte vienen agolpados, recuerdos de esos viejos tiempos. 
De esa época, del otro lado del puente, en que nos reuníamos en tu casa en el hermoso quincho mirando al patio andaluz mientras el gatito blanco se paseaba entre las coloridas macetas de malvones. 
Y nosotras, con tu ayuda, nos introducíamos en ese mundo mágico de los libros, de la poesía, de los cuentos, dando alas a nuestra imaginación. 
-Pero... discúlpame, vos ya eras una mujer leída. Me dijiste que tus preferencias, dado tu carrera eran los ensayos, los textos de psicología, de filosofía...
-¡Justamente! Es que me abriste la cabeza hacia otros mundos. Hacia la ficción, la novela, hacia relat
os que tienen su filosofía pero no son filosóficos... 
-¡Sí! la literatura es un lugar preciado, es el lugar donde dijo alguien "se zambullen los sueños", donde se tejen las fantasías más descabelladas, los razonamientos más enigmáticos... 
-Y lo conocí con el maravilloso agregado de un grupete de lujo. Todas mujeres con sentido común, potencial creativo, alas en su imaginación y... tortas caseras. 
-¡Un lindo grupo de amigas!
-Todas admirábamos tu dedicación, el amor que ponías en tus clases, el abrir nuestras mentes a temas distintos, tu actitud respetuosa hacia nuestros errores, tu entrega a esta maravillosa profesión, "enseñar". 
-Es que la manera de compartir la aventura del conocimiento literario, de buscar la libertad interior a través de la lectura más allá de la rutina cotidiana. ¡Mil gracias por tu reconocimiento!
 Nos levantamos. Nos abrazamos y caminando lentamente, como en un sueño, penetramos en la profundidad de la nebulosa invernal. 









viernes, 21 de octubre de 2022

 


Laberinto en La Carolina (San Luis) Por Gladys Velez



“No habrá nunca una puerta”

dijo el ciego.

“Estás adentro” repetía.

“No tiene anverso ni reverso

ni externo muro ni secreto centro” 


Entonces lo miramos extasiados

de lejos…con temor

por vernos atrapados.

Buscamos con fervor

un horizonte

y la piedra

elemental y dura

nos mostró un camino.

No había secretas galerías.

Había sol y un mágico lazo

el que une a los amigos

en abrazo.

Hacia allí

nos llevaron nuestros pasos

y bebimos el vino de la vida

y brindamos

otra vez

por la poesía.







jueves, 6 de octubre de 2022

 


El intruso por Gladys Velez

  Mientras iba hacia la clínica pasaron por mi cabeza miles de casos que llegaban a la Oficina de Defensoría de la Mujer.
    Que mi amiga Julia fuera otro caso me superaba.
   El dolor que sentía y el deseo de verla me involucraban de tal manera que no podía pensar en esto con tranquilidad.
   Dejé el auto estacionado en una calle paralela a la avenida Andrés Baranda donde se encontraba el sanatorio. El viento fresco de esa tarde de fines de agosto me dio en la cara devolviéndome al mundo. Atravesé dos puertas de vidrio entre un montón de gente que iba y venía ajena a mi angustia. En el ascensor topé con mi cara en el espejo y vi con asombro que el maquillaje estaba impecable y que mi dolor no aparecía por ningún lado.
 Cuando llegué a la habitación 307 la puerta estaba entreabierta. Me asomé con cautela buscando a Julia. Allí estaba detrás de una infinidad de vendajes que le cubrían totalmente la cara. Sólo los ojos tenía descubiertos y se le iluminaron cuando me vio. Levantó la mano en señal de que entrara.
 Me acerqué a la cama pasando por delante de una mujer que no conocía.
 Le besé la mano y la apreté entre las mías.
 Estaba monstruosa, cerca de los ojos la piel violeta e hinchada se asomaba entre las vendas.
 Nos quedamos un rato así. Un largo rato en donde flotaban todas las preguntas que Julia no podía contestar.
 Entró una enfermera y nos pidió que nos retirásemos un momento.
 En el pasillo, la señora que no conocía, me dijo: —Soy Carmen la vecina del 3° B, yo la llamé. Julia tiene un anotador y una lapicera en la mesita de luz y cuando salió de la anestesia poco a poco se fue conectado con la realidad. ¡Menos mal que el suero se lo colocaron en el brazo izquierdo!
 —¿Qué pasó? Pregunté.
 —No sé, escuché gritos y un portazo, después el ruido que hace el
ascensor, que es infernal. Al rato tocaron mi timbre y oí un susurro:
 —Carmen, Carmen…Cuando abrí la puerta la vi toda ensangrentada.
Apenas la hice entrar se desmayó. Llamé a emergencias. Eso fue ayer a la mañana. Intervino la policía. El marido y el cuñado están presos. Bueno, no exactamente presos, demorados en averiguación de antecedentes.
 En un instante pasaron por mi cabeza las conversaciones que había tenido con mi amiga por teléfono.
 Hacía quince días que no la veía porque mi hija tenía varicela y como
ella cuidaba por las mañanas a un bebé temía contagiarse.
 Me contó que estaba muy nerviosa con su primer final.
 Había terminado el bachillerato de adultos el año pasado y comenzó abogacía. Iba a preparar una materia con un compañero de facultad, un tal Martín Ferris. Me lo había nombrado en otra oportunidad.  
 Le pregunté si Eduardo, su marido, lo sabía. Me dijo que sí, por supuesto.
 Eduardo era chofer de autobús en una empresa de turismo. Hacía viajes de larga distancia y estaba bastante tiempo fuera de casa. Aprobó con entusiasmo lo de su carrera.
 Le insistí sobre lo del compañero de la facu y Julia se reía. Comentó que
su cuñado Cristian era medio guardián y mientras ellos estudiaban no se apartaba del comedor con la excusa de cebarles mate.
 Cristian hacía un año que vivía con Julia y Eduardo. Se había quedado sin trabajo y no podía pagar el alquiler, por eso momentáneamente estaba
allí.
 Según lo que me dio a entender Julia no se esforzaba demasiado por conseguir un empleo y frecuentaba unas reuniones religiosas en donde se estudiaba la Biblia.
 Ella no estaba nada bien con esta situación pero Eduardo le había prometido que en el verano cuando el trabajo se complicaba iba a tratar de ponerlo de chofer.
 A ellos les iba bien. Eduardo compró con un socio una nueva unidad para transporte de pasajeros y el departamento de tres ambientes que alquilaban lo tenían apalabrado para comprarlo.
 No me entraba en la cabeza que Eduardo fuera un tipo violento. Es más, lo había visto jovial y cariñoso con Julia. Pero bueno, las intimidades de una pareja a una por más observadora que fuese…
 Salíamos con ellos. A veces venían a casa a cenar y jugábamos a las cartas. A mi hija la adoraban.
 Julia me confesó que cuando se recibiera y el departamento estuviera pago buscarían ese embarazo que tanto los ilusionaba.
 La enfermera salió de la habitación y nos dijo: —pueden pasar.
 Me acerqué nuevamente a la cama, arrimé una silla y me quedé sosteniéndole la mano. Carmen se sentó del otro lado.
 Permanecí en silencio no sé cuanto tiempo, hasta que le dije que había dejado a la nena con mi madre y debía marcharme.
 Julia señaló la mesita de luz.
 —Quiere la lapicera y el anotador. Dijo Carmen.
Se los alcancé.
 Con dificultad Julia escribió algo y me lo dio. Leí con estupor: FUE CRISTIAN.
 Mientras tanto en la cárcel Cristian se paseaba de un lado a otro leyendo en voz alta, casi a gritos.

“La angustia me oprime
Por ti, oh hermano mío, Jonatan!
Tú eras toda mi delicia:
Tu amor era para mi más precioso
Que el amor de las mujeres.”

                                                                                                                    2 Reyes, I, 26






viernes, 30 de septiembre de 2022

 


Deseos por Irene Gitelman

Aquella noche de fiesta

la princesa tehuelche

entrega su alma

a un fuerte guerrero para siempre.

Mira al cielo azul diamante

las estrellas resplandecen

cual gemas de una tiara.

Las nubes mansas

avanzan sobre los picos nevados,

se confunden y dibujan

figuras fantasmagóricas.

En el sitio sagrado

los indios danzan frenéticos

otros tocan instrumentos tribales.

El cacique implora a la luna,

las mujeres gimen.

Una hoguera crepita

chispas de colores.

El perfume de los arbustos

Humedecidos los impregnan.

La pobre cautiva angustiada

espera su rescate.

Todos la ignoran,

un perro solitario

se acerca y lame sus manos,

ella sonríe, porque

ambos ansían cariño.

No comprende esta cultura,

paciente desea volver a los suyos.

La fiesta pagana se esfuma.

Otro amanecer se vislumbra

promesa de buenos augurios….



jueves, 22 de septiembre de 2022

 



Ni una menos por Amalia Alaimo 


  Elizabeth tenía dieciséis años cuando su padre salía todos los fines de semana a cazar perdices. Le gustaba acompañarlo, iba con él y con su perro de caza.

  La temporada de caza comenzaba en mayo. 

  Salían a la madrugada casi siempre los dos solos. En esa oportunidad, Pepe, su padre, invitó a un amigo. 

  Cuando asomaba el sol tomaban la escopeta, cargaban bolsos para poner las perdices y salían rumbo al campo. 

 Ese día llovía, el campo estaba desierto pero ellos igual intentaban hacerse de buena caza. Salieron a las seis de la mañana y llegaron al borde del arroyo.

 Papá me parece que hoy no tenemos suerte— dijo Elizabeth. Hay poca caza, seguramente no salen por el tiempo— le contestó él. El amigo de Pepe se adelantó, se distanciaron y lo perdieron de vista. Pepe le pidió a la hija que fuera a buscarlo porque tenía la sospecha que le había pasado algo.

 Ella lo encontró entre los pastizales, le extendió la mano, él se tiró sobre ella. La reacción de la muchacha fue rápida y certera, apuntó hacia su agresor y le dio un balazo en la pierna.  


 




viernes, 16 de septiembre de 2022

 


Huellas por Nilda Alaimo

Huellas, huellas...
son las que dejan en el alma
el encuentro genuino con los seres que amamos,
en los abrazos, en las escuchas, 
en el gesto amoroso que recibimos y devolvemos. 

Huellas son las que quedan en el alma
al sentirse apoyado por un ser querido
frente a los obstáculos que la vida nos plantea,
frente a las alegrías o penas compartidas.

Huellas son las que deja la abuela en el saquito tejido con sus manos
a través del cual transmite su amor, su saber, su sentido de la vida, 
el maestro cuando explica una y otra vez "el cuadrado de la hipotenusa es igual a..."
ya que deposita en sus almas su saber, su dedicación, su entrega...
las que deja una madre cuando ata las zapatillas de sus hijos semidormidos,
huellas de amor, de paciencia, de entrega...

Huellas son las que guardamos en el alma
en el recuerdo de los seres queridos que ya se fueron...
Huella es aquello que queda de nosotros en el otro
que lo ayuda a crecer, a ser más feliz, que lo ayuda a superarse
todo aquello que deja nuestra marca indeleble en su alma.




viernes, 2 de septiembre de 2022



La foto y después por Mirta Fernández 


  Era temprano, sabía que ella aun no estaría en el departamento, entró pensativo, ya en la sala encendió las luces de las lámparas, se quitó el abrigo, era una tarde fría y lluviosa, sacó del bolsillo de su pantalón el sobre que le había entregado el portero en cuanto lo vio llegar. 
  Estaba con sus pensamientos en cualquier parte, se sintió raro, como su de pronto la angustia lo invadiera y le recorriera todo su cuerpo. Entonces a su mente acudió la escena de aquella tarde de hace unos quince días atrás, era viernes o jueves, bien no lo recuerda, Diana le comunicaba que se iría el fin de semana con Eli su amiga de siempre, a Mar del Plata, se lo debo amor, había dicho, sabes que si no sale conmigo no tiene con quien hacerlo, podes aprovechar y salir a navegar con tu hermano, a mí mucho no me gusta acompañarte en otoño, era un buen plan, estuvo de acuerdo. Pero porque ahora pensaba en aquella tarde. Algo presintió. 
  Sí, ahora recordaba todo, cada palabra, cada gesto de Ella, analizaba el mínimo detalle, momento por  momento, ahí en sus manos temblorosas dentro del sobre estaba la respuesta a todo. 
  El aún no lo sabía. Sigue parado frente al ventanal. La vista es muy bella y más ahora que comienza a anochecer. Siente el temblor de sus manos, comienza a abrir el sobre, lentamente saca la fotografía que encuentra en su interior y ve a Diana sonriente, con esa sonrisa que demuestra la amplia dicha que vive en ese instante. Pero no la mira a ella, mira al hombre que en esa foto le está besando el cuello, el mismo que tantas veces él besó, hasta enloquecer de deseo. Bello y suave como ninguno. 
  Comprende. Junto a Diana esta su jefe, con quien comparte tantas horas diariamente. Amable, compañero, un jefe de diez según Diana.
  ¿Quién sacó la foto? ¿Quién se la envió?
  Poco a poco va tomando sentido. 
  Eli, la amiga inseparable, siempre al lado de Diana admirándola, alagándola como si Diana fuera perfecta. 
  Sí, ahora todo tiene sentido, una mala jugada de Diana y una coartada perfecta utilizada por Eli para destruirla.
  Se queda atónito, parado mirando hacia cualquier parte. 
  Diana llegó hace ya un rato, la observa, él no la escucho entrar. La observa como si observara el espectáculo de sus pensamientos, imagina que algo malo esta sucediendo. 
  Él se vuelve y la mira, sus ojos están llenos de lágrimas, cargados de rabia y dolor, quiere decirle tantas cosas, pero solo pasa a su lado sin hablarle. Necesita tomar aire, pensar, siente que va a enloquecer. 
  Diana camina hacia el ventanal, ahí sobre la alfombra ve la foto, la toma lentamente. 
  Comienza a comprender. 
  El destino jugó una doble partida.
  ¿Cuál es el después?


  

viernes, 19 de agosto de 2022

 

       De flores y otras hierbas por Gladys Velez




“A mitad de camino, la verdad va quedando atrás.”
                                                                                           Rodolfo Alonso





Me desperté como todos los días, la alegría de estar viva me llevó a la peluquería. Cuando volví dueña de buenos propósitos me dije voy a sentarme a escribir y la escritura tendrá que ver con algún objeto y en tercera persona. Al final me fui al jardín porque el día estaba muy lindo y me importaba acariciar mis plantas. Una “Alegría del hogar” roja había crecido entre dos baldosas del patio, lucía hermosa y pensé qué sensata cómo se acomoda a ese pequeño espacio. En eso estaba cuando el teléfono me sacó del estrenado asombro que me produjo descubrir esa plantita entre las baldosas. Era mi amiga Emma.

—Hola Guigui qué suerte que te encontré tenía ganas de contarte lo de la terapia grupal.

—Ah sí ¿cómo te fue?

—Bien, bien ya vamos por el tercer encuentro.

—Qué bueno

—Sí pero no sé hay cosas que me inquietan, tal vez el lugar, no sé.

—¿No queda cerca de tu casa?

—Sí, pero no es eso.

—Y ¿qué es entonces?

—Hay algo extraño, la casa es antiquísima y tiene una largo zaguán con mayólicas en las paredes, después tenés que atravesar un patio en donde hay un aljibe también revestido del mismo estilo que el zaguán y colgada en el balde una maceta con un helecho que a mí me parece que no es cauteloso para crecer. Debe ser que el lugar es umbrío y le gusta por eso, pero cada semana noto que se va adueñando de la reja del aljibe.

—Hay mucha humedad y si está al reparo es lógico que crezca.

—Vos a la distancia le encontrás lógica pero yo siento que aquí hay algo más.

—¿Hay gato encerrado, querés decir?

Emma se reía y yo me alegré de haberla sacado por un ratito de ese estado en donde su voz con timbre de angustia me llamó la atención en cuanto comenzó la charla.

—Bueno, mirá qué pavada lo que pasó ayer.

—¿Qué pasó?, contame.

—Estábamos trabajando con memoria remota y reciente. La terapeuta dijo que nombráramos una flor que nos gustara y ahí todos empezamos a nombrar flores. Entonces preguntó por qué nos gustaba esa flor que habíamos nombrado y cada uno se despachó a gusto. Fulana dijo que le gustaban las rosas porque su finado marido le regalaba rosas en sus cumpleaños y bla, bla, bla al fin terminó en un baño de lágrimas; después otra dijo que le gustaban las calas, porque cuando era chica, vivía en un pueblo donde el diablo perdió el poncho y había un zanjón en donde crecían solitas sin que nadie las ayudara y era muy conmovedor verlas tan blancas y erguidas en ese zanjón tan hostil, bueno, el único señor del grupo dijo que le gustaban las violetas silvestres porque perfumaban sin hacer alarde y contó que cuando era chico hacían picnic en el Parque Pereyra Iraola con los tíos y los primos, porque el tío tenía un Rastrojero y allí entraban todos. La madre de este hombre preparaba una canasta con empanadas de carne, la tía llevaba torta Pascualina cortada en cuadraditos, porque si la llevaba entera era un lío hacer las porciones iguales y dijo que para eso la preparaba en la asadera rectangular. El padre y el tío llevaban una damajuana de vino de la costa, un sifón de acero inoxidable “Drago” al que se le ponía gas con un cargador que al tipo le daba miedo y para los chicos llevaban “Bidú” y siguió contando sus anécdotas infantiles y todos aportaban algo y parecían todos encantados con el cuento de este sujeto que terminó como era de esperar con un ramito de violetas silvestres para la tía y para la madre por aquello de que “madre hay una sola” como en el cuento de Jaimito.

—Bueno che, no te burles pobre gente… ¿y vos que flor elegiste?

—Ahí viene el quid de la cuestión

—Dale Emma hacela corta. Elegí tulipanes.

Me reí con ganas pensando en una propaganda de preservativos y muy lejos no estaba del tema porque mi amiga siguió.

—Cuando la terapeuta me preguntó porqué había elegido tulipanes dije: Cuando me divorcié me fui a Ámsterdam (allí hubo un silencioso cambio de miradas entre Fulana y la otra) y proseguí: era abril, los primeros días de una posible primavera para Holanda y para mí. Seguí con mi relato por las calles de Volendam, los canales y cuando tropecé en la zona roja con el argentino que me cambiaría la vida por unos días, el clima en la sala de pensamientos positivos y terapias grupales era insoportable. Las mujeres cuchicheaban por lo bajo, observé que una codeaba a otra, el hombre se movía en la silla como si esta se hubiera poblado de alfileres. La terapeuta pidió silencio y una muchacha que estaba en recepción cuando entramos, pidió permiso para traerle un café. Cuando la chica con una mano en la bandeja y la otra sosteniendo la puerta quería entrar vi el helecho del patio que se derramaba voraz sobre las cerámicas rojas.

— ¿Y, qué pasó?

—Nada, no pasó nada. Pero me quedó una sensación de desasosiego muy incómoda. Como si hubiera brujas o no sé algo maléfico planeando en el ambiente. Con un gran esfuerzo sostuve la mirada de las mujeres, sintiendo que era muy difícil porque en realidad había esperado un desenlace amable, alguna sonrisa, pero no, me miraban como desaprobando mi relato.

—Hay mucho en la literatura de esas cosas fantásticas, te acordas de “Casa Tomada” ¿Viste la película “El Resplandor”?

—Sí, Guigui pero esto me está pasando a mí, no es ficción, lo del helecho me perturbó tanto como esos cambios de miradas, esas complicidades maliciosas.

Emma casi lloraba cuando me contaba esto.

—Bueno che, no le des tanta bola. ¿Hay gente joven en el grupo? No, son todos viejos que no tienen un pomo que hacer.

—Por eso, no te enamores de esos pensamientos, hacé la tuya, enamorate de lo que querés para vos y hacete bruja en la alquimia de los sentimientos.

—Ah, estamos en buen camino entonces.

—Por supuesto, en la medida en que podamos intercambiar historias de envidias, obstinaciones, fantasmas y otras yerbas perfeccionaremos también refranes como aquel que dice: “no dar por el pito más que lo que el pito vale” como dice nuestra querida amiga “cuando en realidad un pito es algo muy difícil de evaluar”.

—Che y lo del helecho ¿qué pensas?

—Que pasa mucha gente por ese lugar y están perturbando su zona sagrada.

— Pero Guigui, vos me dejás siempre así… con el final abierto… ¿y la verdad?
 —Seguí Emma no te quedés a mitad de camino porque no hay una verdad, cada uno tiene la suya y la otra la absoluta ya va quedando como los trapos viejos en el desván.

—Gracias Guigui qué bien me hizo charlar un ratito con vos ¿el sábado nos vemos en NorDelta?

—Sí, pero avivate brujita especificar el lugar fue al pedo. Chau.

Con una risita de felicidad me fui otra vez al jardín, pasé cerca de la “Alegría del hogar” y le dije gracias porque con tu compañía no necesito terapia de grupo, ahora me voy a mirar los helechos porque se están poniendo un poco arrogantes y no les voy a permitir que ahoguen a mis otras plantitas.

El día terminó como había empezado con la diferencia que no había escrito mi cuento en tercera persona.

Mirábamos la tele cuando como a las once de la noche sonó el teléfono.

Emma está internada, parece que se le fue la mano con los antidepresivos, pero ya salió. Dijo mi marido.




viernes, 12 de agosto de 2022



Lian Mei


 Teresa, mi amiga del secundario, me invitó a pasear por La Boca.
 El trabajo en el supermercado ese domingo había sido agotador. Mi padre advirtió mi cansancio y me dejó la tarde libre.
 La luz de enero ese día era alegre y se multiplicaba en el brillo de la instalación. “Forever Bicycles” era una obra monumental que se erguía audaz y cálida en la vereda frente a la Fundación Proa.
 Teresa sacaba fotos y más fotos; mientras mi espíritu vagaba transido por la visión de otra bicicleta.
 Hace años, cuando pequeña, mi abuelo me iba a buscar al Jardín maternal. El Jardín estaba en una calle con un nombre que me remitía a un cuento “El Dragón Dorado”. Esa época fue la más hermosa de mi infancia.
 Un día, no hace mucho, la directora del Jardín fue a comprar al supermercado, me reconoció en el acto, me abrazó con la misma ternura de ese tiempo feliz y me contó que mi abuelo había construido una especie de carrito que arrastraba con la bicicleta, me sentaba sobre almohadones y desplegaba una capota o sombrilla para protegerme del sol. Mi asiento tenía techo.
 Teresa junto a muchísimos turistas caminaba y tomaba fotografías desde distintos ángulos.
 Ese momento en el que las bicicletas me conectaban con recuerdos rotos sentí que la atmósfera se había vuelto más densa, como impregnada de una presencia invisible, tan intensa, tan poderosa que suspiré hondo para volver al lugar del cual mi imaginación me había sustraído.
 Solo recuerdos.
 Imágenes vivas del pasado reinventado.
 La memoria engaña. Completa esos agujeros de tiempo con lo mejor de nosotros. Como para que el pasado se vuelva menos lejano.
 Llevaba en la bolsita del Jardín una pequeña cítara. Abuelo la llamaba guzheng, siempre me acompañaba, aún hoy la tengo en mi cuarto y una música remota suena misteriosamente en mis oídos.
 Esos años fueron de inmensa alegría. Después pasamos momentos amargos. Viajar a China y volver. Nuevamente viajar y volver.
 Estaba creciendo sin residencia.
 En China me llamaban la argentinita, aquí era la china.
 Teresa me dijo: —¡esto es impresionante!
 Nos quedamos calladas. Pensé, tenía razón mi abuelo. Qué poca cosa son los recuerdos.
 Teresa apartó la vista de la instalación mientras buscaba la billetera en su mochila.
 Lentamente nos dirigimos hacia la puerta de la Fundación Proa. Sacamos las entradas y nos prendieron un sticker, sobre la blusa a mí, sobre el vestido a Teresa.
 Al entrar al salón las esposas de madera me impactaron. No sabía nada sobre este artista chino.   Después me enteré de su libertad mutilada y la violencia del poder que formaba parte de su biografía.
 La instalación en la vereda de la Fundación Proa me hizo revivir una obra de Marcel Duchamp.
 Las bicicletas, ese objeto cotidiano, estaba unido a mi infancia. Era el punto de encuentro entre el arte y la vida, entre el arte chino y el occidental. En definitiva entre mis abuelos, mis padres y mi nueva vida en Argentina.
 Ai Weiwei me reveló el secreto de los materiales, el secreto de la tierra, el puente para restaurar memoria y pérdida.
 El asombro desbordó todos los límites. “Semillas de girasoles” empleó a 1600 mujeres que produjeron cien millones de réplicas en cerámicas y que representan a las claras el trabajo silencioso y colectivo.La palabra “semillas” se metió con enérgica fuerza en todo mi cuerpo.
 Fuimos recorriendo toda la muestra hasta que la mudez reclamaba poner palabras.
 La tarde invitaba a caminar por las calles coloridas de La Boca.
 Teníamos ganas de hablar sobre esas obras, sobre el amor y sobre la vida. Felices y despreocupadas mirábamos distraídas las fotos de Teresa.
  El golpe en la espalda y la carrera del muchacho con mi mochila me paralizó. Me ardía el hombro y la blusa se manchó con sangre, después nada. Desperté en una cama del hospital Argerich. Teresa sostenía mi mano. —En un rato te dan el alta- Dijo.
 Mientras hablaba de tiros, arrebato, policías cerré nuevamente los ojos para refugiarme en aquel cochecito que había fabricado mi abuelo, en su bicicleta y escuché el sonido del guzheng.




 

sábado, 9 de julio de 2022

 


             Terminó el primer cuatrimestre en "Té con verso "

 María Rosa Lojo y su libro "Así los trata la muerte" nos permitió escuchar voces que se hicieron presentes en el momento de la lectura y la escritura.
 Dice la autora en el prólogo: "curiosidades, asignaturas pendientes, afinidades electivas, empujan a estas presencias tan fantasmales como reales a encuentros cercanos de todo tipo, incluso con seres de quienes los separaban siglos en la cronología de la Tierra".
Ya la cita nos abrió el acceso a Goethe (Las afinidades electivas) y a Spielberg y su película "Encuentros cercanos del tercer tipo".
 Iniciamos los encuentros con la película de María Luisa Bemberg "Camila" y de ahí a las cartas de Abelardo y Eloísa, un amor prohibido en la Edad Media.
 Con Ernesto Sábato nos acercamos a Damasita Boedo y los amores de Lavalle.
 Sarmiento y Rodolfo Walsh, Dominguito y Victoria Walsh se cruzan con luces y sombras de nuestra historia.
 Lucas Demare filma en 1944 "Su mejor alumno" en donde se destaca la actuación de Enrique Muiño como Sarmiento.
 Jorge Manrique y Quevedo dialogan con los muertos y María Josefa Ezcurra se materializa junto a Belgrano.
 Los pasos curiosos merodean por el cementerio del Norte (Recoleta) y la figura de Regina con un ramo de rosas para Marcelo T de Alvear se hace palabras que recoge Ana María Cabrera en "Marcelo y Regina un dueto de amor". La misma autora nos cuenta la vida de Felicitas Guerrero y miramos la película que dirigió María Teresa Constantini en el 2009.
 La historia oral y la historia escrita generan tensiones en obras como "Operación masacre" novela de Rodolfo Walsh, llevada al cine por Jorge Cedrón.
 Resonancias que se hacen voz y palabras en las tardes de los miércoles.
 Facundo y Severa Villafañe.
 Borges y "El general Quiroga va en coche al muere".
 La Guerra de la Triple Alianza en las imágenes de Cándido López. Peñaloza y Felipe Varela en la música de Carlos Guastavino.
 Mariquita Sánchez de Thompson y sus cartas.
 Poesía y fantasmas en Cortázar, Federico Jeanmaire y Moratín (El sí de las niñas).
"Lucia Miranda" de Eduarda Mansilla despierta a todas las cautivas que deambulan por las ficciones literarias argentinas.
 Dickens, Shakespeare, Dante, junto a las leyendas del Rey Arturo, El Mago Merlin y Lucio V Mansilla se entrelazan en las tolderías ranqueles con Mariano Rosas.
 Miedos, frustraciones y mandatos sociales en la vida de Victoria Ocampo hicieron posible expandir las lecturas a territorios lejanos contados por Tolstoi en "Ana Karenina" o en las obras de Oscar Wilde.
 Benito Pérez Galdós en las imágenes de "Viridiana" la novela que Luis Buñuel llevó al cine en 1961 también se hace presente.
 No podía faltar en este universo narrativo "La divina comedia" que se unía por caminos sinuosos al Royal Pigall o al Tabaris. A Macoco y al tango de Juan Carlos Cobián "Shusheta".
 Scrooge se asoma en "Canción de Navidad" de Charles Dickens junto al horror de la matanza de San Sebastián y el genocidio Selkman.
 Juegos, música, pinturas y exquisitas tortas hechas por las manos que escriben se despiden hasta agosto.
 Gracias a todos por acompañarnos con presencias y entusiasmo, alegría y creatividad. Gracias a la escritora María Rosa Lojo que se acercó a nuestras reuniones virtuales vía mail y aclaró dudas con palabras afectuosas.
 Nos vemos en Agosto con nuevas lecturas que conforman un corpus que llamaremos con las palabras de Virginia Woolf "Esas damas dadas a escribir".
 Convocaremos a Katherine Mansfield, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonsina Storni, Marie Shelley, Angélica Gorodischer, Mariana Enríquez, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, Samanta Schweblin, Emily Dickinson, Alice Munro, Agustina Quilchamal, entre otras y a las obras a las que ellas nos remitan.
 Por ahí aparece algún señor escritor, le daremos paso y entrada al universo femenino con mucho gusto.
 Felices vacaciones les desea Gladys.





jueves, 23 de junio de 2022


De ángeles y angelotes por Norma N. Tozzi

Camino en la mañana soleada de otoño por calles desiertas. Solamente las cruza algún gato flaco y otros juegan con su propia sombra. Una gata de ojos soñadores amamanta a sus crías.

Voy despacio, sin prisa, entre construcciones pequeñas con puertas de ornamentadas rejas y vidrios de colores, que despiden reflejos en el sol mañanero. Por momentos me agacho para mirar en su interior: lo adornan costosos jarrones con flores, cortinas bordadas, antiguos portarretratos y crucifijos de reluciente plata. La mayoría está coronada por bellas esculturas de ángeles y angelotes de protectoras alas. Todas blancas en el aire puro.

Algunas de hallan en ruinas por el paso del tiempo, con sus ladrillos centenarios cayendo sobre sí mismo. Ninguna flor las alegra.

Pasa un hombre en bicicleta con una escalera al hombro, una viejita de mantilla negra de caminar tembloroso y dos jóvenes bullangueros con sendos ramos frescos y coloridos.

Oigo rumores. Se mezclan voces lejanas alrededor mío, risas y llantos. Siento el hálito de mujeres de otros tiempos…

Cruza junto a mí Mariquita Sánchez con paso lento debido a sus años. Imagino que irá a San Isidro, a la casona donde reinó en saraos con lo más granado de la sociedad patricia; o quizás se dirige a su casa de la calle Florida, donde a principio de siglo se cantó el himno por primera vez. Ese glorioso piano espera mudo en el Museo de Historia en Parque Lezama.

Oigo pasos leves y creo ver a Camila O´Gorman, que sollozando suavemente se pregunta, ¿por qué Manuela Rosas no pudo salvarme como me prometió? Le daría cobijo en la Casa de Retiros Espirituales, donde también hay un piano mudo que le había mandado su amiga.

Mi corazón asombrado ve pasar a Felicitas Guerrero, envuelta en vaporosas gasas; va camino al templo que levantaron sus padres en Barracas, donde oficiarán una misa por su alma.

Ya más cercano en el tiempo, escucho el caminar ligero de Victoria Walsh: seguramente se dirige al Tigre, donde la espera su padre Rodolfo. Recostados en el césped, juntos leerán escritos políticos y proclamas, viendo correr, allá abajo, las aguas mansas color marrón.

Todas ellas amaron y fueron amadas.

Hoy las escucho y las veo en estas callecitas blancas de sol.

Y sigo caminando por la Recoleta como una turista más, entre tumbas monumentales y cipreses que crecen hasta el cielo.


 



Así leyó Irene Gitelman "Huérfanos" en "Así los trata la muerte" de María Rosa Lojo

María Rosa Lojo, ingeniosa, inteligente, severa crítica de las políticas y costumbres; desarrolla en este cuento, con magistral habilidad, el encuentro de dos personajes, dos épocas y dos muertes autoprovocadas.

Vicky y Dominguito: hijos de grandes prominentes, abandonados por ellos, se encuentran en un mágico momento.

Los separa un siglo pero los hechos y sucesos son casi similares.

Hablan de luchas fratricidas, injusticia social, ideales. Ambos indignados con la autoridad.

No reconocidos por sus características, impulsados por sus padres a esa lucha sin destino.

Se inmolan por sus propios sueños y metas.

Se buscan para ampararse y protegerse.

El paisaje ribereño pone un marco de oro a esta historia.

Diálogos fluidos y profundos.

Leerla es ingresar en un mundo fantasioso y ampliar nuevos conocimientos ocultos por el tiempo.

Como dice Jorge Manríquez.

Nuestras vidas son los ríos

Que van así dar en la mar,

Q’es el morir.

Irene Gitelman


 

jueves, 16 de junio de 2022

 



Hoy publicaremos un poema de Mónica Alberti 
in memoriam

CORRESPONDENCIAS

"Aquella mujer hablaba de su mente como algo sin reposo" Armonía Somers

Ella, de mañanas infinitas
pinceladas grises de asombro
emociones en papeles ocultos
y cartas en el escritorio
con olor a tiempo.
Un ser real
conectado con las cosas
y otro en los campos
saltando cercas
buscando el corazón y su sentido
No hay forma de
conversarle a la vida
sino con el alma
hasta llegar
de día,
también de noche
con la quietud
y los desvelos
al sitio justo
de la deseada correspondencia.

                                                                                           Mónica Alberti, 26/08/2020




Mónica rompe con las ataduras de la versificación clásica para posicionarse por entero en el vínculo sujeto-lenguaje. El poema se transforma así en el lugar que encuentra "el sitio justo"
                                                                                                                          G.V

jueves, 2 de junio de 2022


                          ENCUENTRO EN “LA BIELA” por Nilda Alaimo


Era un bello atardecer, frío, luminoso. Salí a caminar por la ciudad en medio de ese silencio sonoro que traen aparejados los días de invierno, tratando de buscar inspiración para mi próxima novela. El rico aroma que provenía de la cafetería de la esquina me llevó a entrar.
Me senté cerca de la ventana. Pedí un café y me puse a leer un libro de Ana María Cabrera sobre Felicitas Guerrero, esa historia que comenzó como un cuento de hadas y terminó en tragedia.
Miré a través del vidrio que daba la plaza y ví a una bella joven cubierta por un lánguido vestido blanco. Caminaba apresuradamente como atraída por una fuerza poderosa .Cruzó bajo el enorme ombú que cubre con sus ramas la plazoleta y se acercó a la puerta. Esta se abrió sola, sin que ella la hubiese tocado. Miró hacia adentro. Se dirigió, como atraída, hacia una mesa en la que una mujer de anteojos oscuros y marco blanco la miraba insistentemente.
Intrigada, agucé mis oídos para escuchar la conversación.
Se acercó. Le pidió permiso. Se sentó frente a ella con mirada interrogante.
- Perdón … Usted es… Victoria Ocampo. Usted me dijo quería comunicarse conmigo en este lugar. Es para mi un honor sentarme a la mesa de quién fuera una de las grandes protagonistas de la cultura. Usted, escritora, mecenas, ha acogido en su lujoso hogar a los más renombrados escritores y cultores del arte de su época. Se opuso. a injusticias y persecuciones de toda índole y sobre todo, lo más valioso, inaguró un espacio de libertad inédito para la mujer, La admiro!
- Hija mía, no estoy acá para hablar sobre mi vida, sino sobre la tuya. Tu vida licenciosa que causó la muerte de mi tío abuelo! Es imperdonable!
- Perdón , señora!!. Usted me está hablando de Enrique, el que me asesinó a sangre fría?
- Exactamente, querida, Tú eres la causa de su muerte Nunca te preguntaste cómo hubiera seguido tu vida si en vez de haber tenido esa conducta disipada después de tu viudez, te hubieras desposado con ese hombre que tanto te amaba y con el que estoy segura tuviste un romance clandestino?
- Señora, usted no es quién para acusarme. Usted se casó por conveniencia, sin amor y luego tuvo hasta en su luna de miel, amoríos, romances con varios hombres de su círculo intelectual que usted recibía en su lujosa residencia. Claro !no trascendían porque hubiera sido un escándalo !!
- Discúlpame, Felicitas. Más allá de tus comentarios sobre mi persona, que no es de tu incumbencia, tú eras una mujer joven, muy bella, una de las mujeres más deseadas de tu época “ la joya de los salones porteños”. Habías quedado viuda. Tu viudez le brindaba a mi joven tío nuevas esperanzas de conquistarte…..
- Estimada señora. Los seres humanos y usted lo sabe mejor que yo, son presa de sus sentimientos. Perdida en una tormenta en uno de los paseos por los campos linderos, se cruzó un jinete para salvarme guiándonos de regreso a la estancia. Ese jinete que apareció de la nada, después de asomarse a la ventana diciendo “Es mi estancia, que es la suya”, orientó al cochero. El flechazo fue instantáneo. Dió en el blanco, en el corazón. El joven Samuel Saenz Valiente y yo nos enamoramos.
Pero…. quiso el destino que el día en que íbamos anunciar nuestro compromiso, y usted lo sabe muy bien seguramente, apareció SU tío Enrique y me apremió diciéndome “Te casas con Samuel o te casas conmigo” Y al no tener mi respuesta sacó del bolsillo un revólver y al grito de “O te casas conmigo, o no te casas con nadie” de un tiro me asesinó y dicen…. que él … se suicidó.
Victoria con mirada sostenida le dijo:
- Espero Felicitas que la muerte te haya hecho reflexionar , arrepentirte de los daños que has infringido a los seres que te han amado, preguntarte sobre los actos hechos en vida a los que no les diste respuesta o respuesta equivocada , en una suerte de auto redención.
Felicitas se quedó mirando un punto fijo sin responder.
Victoria se levantó, se calzó los guantes, los anteojos y salió caminando.
Felicitas la siguió unos pasos más atrás.
Desaparecieron en medio de una nebulosa al atravesar los portones negros. Nilda(17/05/22)