lunes, 25 de noviembre de 2019

Segundo tiempo por Matilde Robustelli.


Ni tres relámpagos que iluminaron el ambiente, ni un fuerte trueno que hizo vibrar todo, lograron que cada uno saliera de su ensimismamiento. La mesa del comedor fue testigo de sentimientos y pensamientos no compartidos. Cada uno en su mundo…y esto ocurría a repetición. Igual escenario, iguales actividades. Todo era así desde que Violeta abandonó el hogar para ir detrás de sus sueños.
-Qué te pasa-dije.
-Nada, me tiene que pasar algo- respondió él.
-Como estamos acá frente a frente y no me hablás- agregué.
-No se puede estar acaso en silencio?
-Sí, pero este silencio es eterno, desde que nos quedamos solos, te invadió por completo, respondés con monosílabos y nunca tenés tema.
Los días se sucedían con una rutina asfixiante. El trabajo de cada uno ponía algo de adrenalina en sus vidas.
Pasó algún tiempo, en el que no se avizoraban cambios, hasta que el wsapp de una de sus amigas del secundario, despertó a Clara de su letargo. La propuesta era más que tentadora. Harían un viaje para celebrar aniversario de recibidas, con la mayoría del grupo. Alistó todo, pidió licencia y dijo que sí. Faltaba comentárselo a Luis, cómo lo tomaría,  se sorprendería acaso? Fue más sencillo de lo que pensaba. Le pareció una buena idea: Te va a venir muy bien- acotó.
Los días volaron entre excursiones, largas sobremesas, bromas, confesiones. Así llegó el momento del regreso. A pesar de lo bien que lo había pasado sentía cierta necesidad de volver.
Arregló con una de sus compañeras para que la acercara a su casa y pensó que sería bueno avisarle a su marido del regreso y así lo hizo. En el transcurso del viaje habían intercambiado mensajes breves y muy puntuales acerca del funcionamiento de la casa. Lo justo y necesario.
Salían del aeropuerto con Marisa, charlando animadamente, traspusieron las puertas, cuando una presencia aceleró su corazón, era Luis. Te vine a esperar- dijo muy sonriente. Ah, agregué, igual Marisa me llevaba a casa. Bueno- pero aquí estoy.
 Más que volando, Marisa me saludó muy divertida y siguió su camino.
Mi marido no paró de hablar en todo el trayecto. Me sorprendía y mucho más cuando agregó : Te extrañé, sabés. Me vinieron muy bien estos días para reflexionar y ordenar mis pensamientos. Sorprendida, acoté: A mí también.

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