Notas sobre "El aire" de Sergio Chejfec
por Nilda Alaimo
Hay en el texto un paralelismo entre su
fracaso amoroso y los problemas de una ciudad en crisis social.
Comienza con la
partida de su mujer, Benavente sin aclarar los motivos del abandono, pero sí de
sus consecuencias. Sólo una notita pasada bajo la puerta que le produce el
dilema entre seguirla o esperarla.
Hay
morosidad en la narración por el tiempo que vive el protagonista desde que se
ve forzado a vivir solo y cuenta su cotidianeidad desde entonces. Es como un
tiempo suspendido en el presente y exiliado del futuro. El futuro es irreal.
¿Se cuestiona cuánto dura el presente? Y al ver bajando el ascensor y ver
pasando los pisos, se cuestiona si la repetición es la medida del presente.
Habita su presente en un departamento vacío
porque para él el tiempo y el espacio están vinculados contiguamente pero
discernibles y autónomos. La ausencia física de ella puede ser provisoria, pero
su efecto es permanente. Su
cotidianeidad se va trastocando a medida que la ausencia de su mujer se hace más
concreta: el trabajo, las comidas, los vecinos… El espacio donde vive se le
vuelve apretado y extraño.
Sin embargo Barroso está caracterizado por una combinación
entre desidia e impaciencia. De ahí la manera prolongada de leer los diarios
que tiene como finalidad partir el presente, ofrecer como histórico lo que él
percibe como repetición sin fin. Esa lectura de diarios viejos tomados al azar
lo alejan de la actualidad obligatoria, cuyo vacío es imposible de superar. Se
hunde así en un tiempo irreal donde el presente pierde vinculación con el pasado, la única señal del avance del
tiempo es el hambre o la lectura de los diarios.
De ahí su manía de calcular magnitudes se
extrema para llenar su ausencia o responderse preguntas existenciales o
absurdas como por ej. Medir la distancia en tiempo y espacio entre el balcón y
el punto amarillo (Benavente) donde desapareció. Mira por la mirilla de la
puerta y ve el espacio como una proyección de su soledad, como una proyección de
sí mismo. Se pregunta cuál será el caudal de agua que corre por las cañerías,
le produce sorpresa ver la impermeabilidad de su piel bajo la lluvia. Su
presente interesado en las magnitudes era continuo y agotador aunque no tenía ningún
interés científico. Le servían para calmar su angustia y su melancolía impaciente.
Es así que, así como su departamento tienen
lugar las discontinuidades de sus afectos debido a la ausencia de Bena (Buenos)
vente (Aires), por el otro lado la ciudad muestra sus signos inquietantes de
miseria social.
Buenos Aires le resulta una ciudad fantasma.
Ante el abandono y la soledad recorre sus calles haciendo el mismo recorrido día
tras día. Como un autómata hace trayectos donde cede el protagonismo a una
ciudad donde aparecen improvisadas casas arriba de las terrazas, hombres
desocupados, zonas de completa oscuridad que “Traga y expulsa personas”, la
basura, tesoro para los que buscan vidrio… Privaciones, pobreza a causa de la inacción…
Patea las piedras de las calles mirando hacia abajo como arrastrando su angustia, su vergüenza de haber sido
abandonado, su recuerdo de aquellas tardes en las que sentado en el balcón con
Benavente veía la ferretería de en frente, el caballo en el baldío…
Hace un paralelo entre el espacio interior
de su departamento donde tuvieron lugar sus afectos y sufrimientos con la
ciudad de Buenos Aires que parece haber sufrido el mismo abandono que él por
los signos de la miseria que abunda en sus calles.
Buenos Aires parece en total estado de remisión.
Desde su balcón mira con resignación como las nuevas distribuciones urbanas
evocan su pasado remoto: el campo que dio origen a las ciudades. Con las
demoliciones urbanas la ciudad se pampeanizó. La ciudad se le presenta
desfasada. Se expande pero al mismo tiempo se fragmenta, se dispersa. Es un
reflejo de lo que él siente por su abandono.
Desde que se fue ella y después del envío
de dos cartas diciéndole que no la siga decide cruzar el río hasta Colonia pero se arrepiente en cuanto la
barcaza zarpa. Es que Barroso pasa a lo largo de la novela por distintos
sentimientos: sorpresa, contrariedad, despecho al sentirse abandonado y aflicción
como si al irse le hubiera sacado a la atmósfera todas sus virtudes. Hasta su
hemorragia que la llevará a la muerte se debe a su ausencia.
Al final del texto, en su agonía sus últimos
pensamientos, lo que vuelve a su memoria es el espacio del conurbano, el humo
de las zanjas, el caballo del baldío, los sonidos del taller de la ferretería. Todos,
dice, “parecen vibrar en mi memoria”
Bibliografía: PAISAJES DE LA CRISIS, CRISIS DE LOS AFECTOS: EL AIRE DE SERGIO CHEJFEC Lanscapes of crisis, crisis of afections: Sergio Chejfec’s El aire Daniela Alcívar Bellolio. Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET
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