viernes, 30 de noviembre de 2018


Pedro Páramo

                       de Juan Rulfo 


   "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo”- Me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte”. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aún después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado “Pedro Páramo”, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala."



jueves, 15 de noviembre de 2018


 La poética de Amelia Biagioni  
                                                                        Poesía completa, Adriana Hidalgo editora.

 Que la trayectoria de la poeta argentina Amelia Biagioni comience pasados los treinta años bajo un seudónimo es una señal que anticipa un gesto persistente: el deseo de invisibilidad, anudado a una vocación poética indeclinable. 
Biagioni desarrolló su obra al margen de los mandatos habituales e independientemente de las poéticas dominantes en la Argentina de la segunda mitad del Siglo XX. Lejos del surrealismo y del invencionismo de los años cincuenta, del nacionalismo y de la poesía social y comprometida políticamente de los sesentas, y del objetivismo y el feminismo posteriores: la producción de Biagioni se gesta en un lugar de desajuste, recurriendo a tradiciones tan diversas como neorromanticismo, la vanguardia girondiana, el romanticismo alemán y la poesía pura de Mallarmé.
Durante la primera etapa de su producción-suerte de autobiografía sentimental- fue comparada con Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni. Luego su obra cambia de manera absoluta. El poema se vuelve un espacio autónomo y el lenguaje pierde poder de representación. Su poesía se convierte  en "un espacio de reunión", tal como definiera Alejandra Pizarnik, "en donde otros solitarios se reúnen, se reconocen (en tanto afuera llueve y es invierno)"
La obra de Biagioni avanza luego hasta ser considerada revolucionaria por sus pares y leída con devoción por los poetas más jóvenes. El lenguaje se ve sometido a torsiones en todos los planos, se expande en el nivel fónico, incorpora otras voces, se vuelve intertextual, musical, pictórica; recurre a variaciones tipográficas, desarrollos caligramáticos y  a un uso más deliberado del blanco de la página, entre otros recursos.
Como le escribió Susana Thénon en una carta: “No sé cómo es que en un poema cabe el universo. Pero sé que es así, y en muchos de los tuyos eso ocurre y para siempre”.



viernes, 9 de noviembre de 2018


      Notas sobre "El aire" de Sergio Chejfec 
                                      por Nilda Alaimo
     Hay en el texto un paralelismo entre su fracaso amoroso y los problemas de una ciudad en crisis social. 
    Comienza con la partida de su mujer, Benavente sin aclarar los motivos del abandono, pero sí de sus consecuencias. Sólo una notita pasada bajo la puerta que le produce el dilema entre seguirla o esperarla.
     Hay morosidad en la narración por el tiempo que vive el protagonista desde que se ve forzado a vivir solo y cuenta su cotidianeidad desde entonces. Es como un tiempo suspendido en el presente y exiliado del futuro. El futuro es irreal. ¿Se cuestiona cuánto dura el presente? Y al ver bajando el ascensor y ver pasando los pisos, se cuestiona si la repetición es la medida del presente.
     Habita su presente en un departamento vacío porque para él el tiempo y el espacio están vinculados contiguamente pero discernibles y autónomos. La ausencia física de ella puede ser provisoria, pero su efecto es permanente.                                                                 Su cotidianeidad se va trastocando a medida que la ausencia de su mujer se hace más concreta: el trabajo, las comidas, los vecinos… El espacio donde vive se le vuelve apretado y extraño.
    Sin embargo Barroso está caracterizado por una combinación entre desidia e impaciencia. De ahí la manera prolongada de leer los diarios que tiene como finalidad partir el presente, ofrecer como histórico lo que él percibe como repetición sin fin. Esa lectura de diarios viejos tomados al azar lo alejan de la actualidad obligatoria, cuyo vacío es imposible de superar. Se hunde así en un tiempo irreal donde el presente pierde vinculación  con el pasado, la única señal del avance del tiempo es el hambre o la lectura de los diarios.
   De ahí su manía de calcular magnitudes se extrema para llenar su ausencia o responderse preguntas existenciales o absurdas como por ej. Medir la distancia en tiempo y espacio entre el balcón y el punto amarillo (Benavente) donde desapareció. Mira por la mirilla de la puerta y ve el espacio como una proyección de su soledad, como una proyección de sí mismo. Se pregunta cuál será el caudal de agua que corre por las cañerías, le produce sorpresa ver la impermeabilidad de su piel bajo la lluvia. Su presente interesado en las magnitudes era continuo y agotador aunque no tenía ningún interés científico. Le servían para calmar su angustia y su melancolía impaciente.
     Es así que, así como su departamento tienen lugar las discontinuidades de sus afectos debido a la ausencia de Bena (Buenos) vente (Aires), por el otro lado la ciudad muestra sus signos inquietantes de miseria social.
     Buenos Aires le resulta una ciudad fantasma. Ante el abandono y la soledad recorre sus calles haciendo el mismo recorrido día tras día. Como un autómata hace trayectos donde cede el protagonismo a una ciudad donde aparecen improvisadas casas arriba de las terrazas, hombres desocupados, zonas de completa oscuridad que “Traga y expulsa personas”, la basura, tesoro para los que buscan vidrio… Privaciones, pobreza a causa de la inacción… Patea las piedras de las calles mirando hacia abajo como arrastrando su angustia, su vergüenza de haber sido abandonado, su recuerdo de aquellas tardes en las que sentado en el balcón con Benavente veía la ferretería de en frente, el caballo en el baldío…
   Hace un paralelo entre el espacio interior de su departamento donde tuvieron lugar sus afectos y sufrimientos con la ciudad de Buenos Aires que parece haber sufrido el mismo abandono que él por los signos de la miseria que abunda en sus calles.
    Buenos Aires parece en total estado de remisión. Desde su balcón mira con resignación como las nuevas distribuciones urbanas evocan su pasado remoto: el campo que dio origen a las ciudades. Con las demoliciones urbanas la ciudad se pampeanizó. La ciudad se le presenta desfasada. Se expande pero al mismo tiempo se fragmenta, se dispersa. Es un reflejo de lo que él siente por su abandono.
    Desde que se fue ella y después del envío de dos cartas diciéndole que no la siga decide cruzar el río hasta  Colonia pero se arrepiente en cuanto la barcaza zarpa. Es que Barroso pasa a lo largo de la novela por distintos sentimientos: sorpresa, contrariedad, despecho al sentirse abandonado y aflicción como si al irse le hubiera sacado a la atmósfera todas sus virtudes. Hasta su hemorragia que la llevará a la muerte se debe a su ausencia.
    Al final del texto, en su agonía sus últimos pensamientos, lo que vuelve a su memoria es el espacio del conurbano, el humo de las zanjas, el caballo del baldío, los sonidos del taller de la ferretería. Todos, dice, “parecen vibrar en mi memoria”


Bibliografía: PAISAJES DE LA CRISIS, CRISIS DE LOS AFECTOS: EL AIRE DE SERGIO CHEJFEC Lanscapes of crisis, crisis of afections: Sergio Chejfec’s El aire Daniela Alcívar Bellolio. Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET 



 Una lectura de "El aire" de Sergio Chejfec 
                                   por Amalia Alaimo 



   La novela está entre dos polos, el aire, el campo y la ciudad como símbolo de diversas culturas, se abre un espacio rico que pone en suspenso la dicotomía.
   Pone de relieve alguno de los modos en que ese espacio de tensiones se resuelve, y se muestra en la oposición ciudad-campo a lo largo de la anécdota.
   Es un drama afectivo, domestico desencadenado por el abandono del hogar sufrido por la protagonista Benavente y su marido Barroso ve en todos los objetos que su convivencia duró, el posible regreso de su mujer, y no sabe si ir o no a buscarla al Uruguay.
   Hay una especie de paralelismo entre el espacio privado y el espacio social. La ausencia de Benavente por un lado y la ciudad de Buenos Aires que parece desplegar, al ritmo que Barroso va perdiendo identidad, los signos inquietantes de una miseria social que se manifiesta de modo geográfico y simbólico.



BibliografíaPAISAJES DE LA CRISIS, CRISIS DE LOS AFECTOS: EL AIRE DE SERGIO CHEJFEC Lanscapes of crisis, crisis of afections: Sergio Chejfec’s El aire Daniela Alcívar Bellolio. Universidad de Buenos Aires. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET