miércoles, 2 de junio de 2021



 

"La inefable narradora" de Matilde Robustelli

 

    Cuando era niña, en las tardes cortas y frías del invierno pampeano, compartía horas con mis abuelos maternos mientras mis padres, maestros, estaban en la escuela.

    Al calor de la cocina de leña, hacía mis tareas pero a la hora de la merienda, ya estaba lista para disfrutar de las historias de mi abuela Matilde, no me las quería perder, salvo los fines de semana que disfrutaba con amigos de juegos y encuentros en casa o en el parque.

    Me encantaba escuchar sus relatos acompañados con ese gracejo tan típico, tan andaluz, tan gracioso. Le pedía que me tradujera constantemente y de a poco me iba apropiando de esos vocablos nacidos al amparo de la multiculturalidad de su tierra fantástica, tan árabe, tan gitana. Sus relatos se ambientaban en Ronda, en Cádiz, en Málaga, en Sevilla, en los pueblos blancos, en la chispeante Jerez de la Frontera. Todo ese mundo de campesinos, que tras sus labores en el campo, generoso de frutos, se reunían a cantar y a compartir charlas impregnadas de historias trágicas de toros, de amores contrariados, de injusticias de los poderosos, de los dueños de los cortijos, del cura del lugar, las fiestas religiosas, las historias de Alfonso XIII.

    Si había algo que humedecía sus ojos era hablar de la emigración, del momento en que fue imperioso dejar su tierra. De la llegada a América, primero a Brasil y luego definitivamente a Argentina y un peregrinar entre Santa Fe y La Pampa, su tierra de elección y de liberación, adónde viajó con sus dos pequeños hijos contratada para trabajar en una estancia, tan parecida a la Dehesa de su infancia y adolescencia. Allí encontró el amor, se sintió plena, pese a los sacrificios y a la vida dura. Mi abuelo, vivió enamorado de ella como el primer día y ella sintió protección y amparo.

    Nacieron tres hijos, entre ellos mi mamá.

    Al crecer, noté que las historias españolas, llegaban hasta un tiempo, así como las historias argentinas cubrían la niñez , adolescencia y juventud de mi madre y tíos. Siempre quise a mis cuatro tíos por igual, es más, mi tío español fue mi padrino y un consentidor de aquellos.

    Con la adolescencia, me llené de actividades y responsabilidades hogareñas y en el colegio. De todos modos cada semana encontraba un hueco para ir a merendar con la abuela y disfrutar de sus graciosas narraciones, me parecía que iban creciendo en personajes y sucesos costumbristas aunque también comenzó a incursionar en lecturas argentinas e hispanoamericanas, le apasionaba leer el diario y hablar de política. Estuvo muy feliz cuando elegí la carrera de Letras aunque significara en cierto modo poner 600 kilómetros de por medio y disfrutar de meriendas literarias de cuando en cuando, cuando los feriados largos lo posibilitaban.

    Así pasaron muchos años de encuentros breves, la vida me ubicó en otros lugares, nos escribíamos cartas y hablábamos por teléfono hasta que sobrevino su muerte a los 90.

    Años más tarde, mi mamá me alcanzó una caja de recuerdos para que los tuviera, los atesoré pero no los abrí sino mucho tiempo después.

    Comencé a planear un viaje en el que recorrería Andalucía, no quería perderme de conocer su pueblo: Jerez de la Frontera. Encontré parientes que corroboraron muchos relatos y agregaron algunos elementos de color a las historias. Recorrí su Dehesa del Salto al cielo. Tan famosa que hasta figura como su lugar de nacimiento. Incorporé y corroboré datos, quedaron muchos interrogantes porque sus contemporáneos ya no vivían…

    Al regresar, abrí los recuerdos que me dejara mamá, amanecí leyendo todo, sacando conclusiones y en especial reconstruyendo su historia. Pude completar los períodos omitidos por ella y me enorgullecí de su lucha por ser feliz, lejos de los mandatos familiares, buscando ser, amar y vivir.



2 comentarios:

  1. Hermoso relato y testimonio de vida,tanto de tu abuela,como de tu infancia vivida junto a ella y de tus experiencias en los posteriores viajes a sus tierras en España,muy buena narracion,atrapante.

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  2. El oxímoron desmiente el cuerpo textual y lo que no se puede narrar es narrado. Felicitaciones. ¡Un texto pleno de vida!

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