Volvió a su lugar natal, luego de haberse marchado a la guerra, 4 años atrás. Francisco
participó y sufrió penurias y pérdidas en esas duras batallas en el otro
continente.
Pero un recuerdo hermoso lo mantenía vivo, esperanzado con su antigua
novia del colegio.
Tras un breve descanso se dirigió presuroso y alentado al parque del
centro de su pueblo: sitio preferido de los encuentros juveniles y cita de los
primeros amoríos.
Seguro estaría ella, Julia con sus amigas.
En un banco frente a los juegos, la hallo; observando las piruetas de un
pequeño niño, rubio de cerca de tres años, que retozaba alegremente.
Francisco pensó: ¿sería ella?,¿Cuándo formó pareja? ¿ quien sería el
padre?.
Recordó entonces de otro joven mayor que ellos, abogado y de mejor
pasar, Alfredo: hijo del principal empresario de la ciudad.
Lentamente se increpo y fue calculando el tiempo perdido que la había
soñado, ahora todo se derrumbaba, no más ilusiones. Tomó una larga vara y se
montó en su bicicleta, mientras recorría las calles , golpeaba con fuerza todas
las verjas hasta que se estrelló contra el paredón de la iglesia; solo unos
simples moretones y rumbeo a su casa.
Más calmado y luego de una reconfortante taza de chocolate, bien
caliente, se puso a meditar ¿Cómo haría para hacer fracasar a Alfredo?.
Entonces se le ocurrió organizar un mal negocio que lo involucrara y así
perdería su empleo y fama.
Subió a su habitación en el altillo y en su vieja cama se recostó,
mirando las lejanas montañas ya nevadas. El espejo le devolvió una cínica
sonrisa dibujada en su rostro.
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