jueves, 1 de agosto de 2019


 Hoy presentamos a dos escritoras quilmeñas: Irene Gitelman y Norma Tozzi.


Los invitamos a disfrutar de la lectura de sus textos.


                                                                   Salvatierra

   Me impactó. Si eso busca el autor en esta obra, conseguirá muchas emociones encontradas y cruzadas.
     El poeta actúa versus el pintor; plasma en letras lo que Salvatierra pincela las telas.
   Todo un recorrido en imágenes suplantando el vivir cotidiano, los amores, los sueños, alegrías y tristezas, las costumbres, el paisaje. Ingenioso estilo de describir la vida.
     Los secretos de familia, las relaciones paternales escondidas.
     El sobresalto de la verdad y la reconciliación final.
     Una pequeña joya literaria donde el estilo realista se intercala con la auténtica poesía.
    Pone en duda y en interrogante: ¿Qué es más importante la imagen o la palabra?
      
                                                                                                                                                                  Irene Gitelman


                                                   La mancha

  Estoy en esta sala, ya recuperado de las heridas de mi mano izquierda. 

  Todo empezó allí, acostado en mi dormitorio; evidentemente al vecino se le rompió un caño y la humedad comenzó a pasar a mi cuarto. 
  Al principio era una mancha pequeña, parecida al sombrero de una mujer: con los días se le fueron agregando plumas y otros adornos a un costado. En semanas, la manchita se transformó en un castillo con torres y almenas, en cuya puerta esperaba una calesa; al mes, éste se hallaba rodeado de un bosque de frondosos árboles, desde donde partía un sendero que se perdía camino abajo, terminando detrás del espejo de la cómoda. 
  Una tarde gris, subiendo a una silla toqué sus contornos; en el momento que mi mano izquierda se deslizaba por su superficie, un gnomo orejudo, con cara de loco, salió de entre los árboles y tomando mis dedos con fuerza, les asestó un duro golpe con el hacha que sostenía. 
   Fue lo último que recuerdo.

   El tiempo parece eterno en este sitio.
   Mi mujer viene cada vez más espaciado; a los chicos no los quiere traer: dice que no nos conviene, ni a mi ni a ellos. ¡Pero los extraño tanto!.
   Cuando me dejan levantar, miro por la ventana enrejada y veo gente que camina por los descascarados pasillos o los jardines vacíos de flores y pájaros; siempre solos, siempre ausentes.
   También veo pasar a los de guardapolvo verde; ellos sí, van de a dos o de a tres, charlando y riendo.
    Algunos me ven a través de los vidrios de la ventana enrejada, y saludan levantando su mano.
    Yo les contesto y sonrío con esperanza.
    Mucho me asusta el sonido penetrante de las sirenas de ambulancia entrando y saliendo a cualquier hora, pero más me aterrorizan los gritos animales que se escuchan ciertas noches. 
    Entonces me tapo la cabeza con la frazada y casi no me atrevo a respirar. 
   
   Hace muchísimo que mi mujer no viene. 
   Ya no tengo más mi ropa, ahora visto pantalón y casaca gris, zapatillas y un jersey viejo cuando hace frío. ¡Cómo extraño esos guantes de lana marrón que tenía de chico! 
   La comida es rica, lo que sí, nunca comemos carne asada: dicen que se debe cortar y aquí no nos dan cuchillo. 
   Ahora yo también camino por los pasillos descascarados y el jardín sin flores ni pájaros. 
   A veces alguien me sonríe y siento alegría, casi, casi, felicidad. 
   Lo único que añoro es un teléfono a mano para escuchar la voz de los chicos. ¡Ya deben estar grandes! 
  Pero me armo de paciencia y pienso que, a lo mejor, este año me dejan salir. 
  Mi mano ya esta curada. 

 Norma N. Tozzi. Negro sobre blanco:cuentos en colores Buenos Aires: El mono Armado, 2009. p83-84

5 comentarios:

  1. Gracias Irene por tus lúcidas reflexiones sobre la novela de Pedro Mairal.
    El cuento de Norma, ¡Impecable!

    ResponderEliminar
  2. Exelentes lo de Irene, muy exacto su análisis. Y el cuento de Norma maravilloso.

    ResponderEliminar
  3. excelente el comentario de la escritpra Irene Gitelman.
    Invita a la lectura del texto sin demoras

    ResponderEliminar