jueves, 18 de julio de 2019


Seguimos presentando a nuestras escritoras quilmeñas
Hoy un cuento de Amalia Alaimo. 

Vocación

 En soledad tuve tiempo de andar y desandar numerosos caminos, estaba confundido e indeciso. Había terminado el secundario y quería seguir una carrera humanitaria, y sólo hallé la salida cuando oí la voz de Dios que llamaba. 
 Me dirigí a la parroquia de mi ciudad. En la portería me atendió un joven negro, estaba vestido con sotana, debía ser seminarista.
       -Qué desea, señor. 
       -Quisiera hablar con el párroco. 
       -Con él habla.
  Me sentí intimidado, un frío corrió por mi cuerpo y pensé: ¿Cuál es mi vocación? De todas maneras ya estoy aquí.
     -Quisiera alojarme en el convento y estudiar la vida de Jesús y si es mi vocación seguir con el seminario. 
       -Usted está seguro de lo que desea, esto es un convento y la vida aquí es muy dura. 
       -Estoy en un estado depresivo, pienso que leer la vida de Jesús me va a ayudar a tomar mi justo camino.
 Al lado de la parroquia había una escuela jardín, como me había recibido de maestro pude dar clases a los pequeños. 
 Mi trabajo con ellos era muy gratificante y mis alumnos me querían mucho, además en el plantel de maestros había mujeres. Una de ellas, Agnes, me ayudaba a entender a los niños más rebeldes. Teníamos largas conversaciones después de las clases, todas acerca de la enseñanza y las vocaciones. 
 Un día le conté que pensaba cursar el seminario. Ella me miró a los ojos y me dijo:  
         -Mira que luego debes estar solo al servicio de Dios y la comunidad. 
  Pasó todo el año y en la fiesta de fin de curso, tanto Carlos como Agnes, trabajaron juntos para el acto. Al día siguiente salieron a recorrer el pueblo en bicicleta, en el camino la bicicleta de Agnes perdió una rueda, ella tuvo que volver a pie y Carlos la acompañó. 
 Entonces ella le preguntó: 
          -¿Carlos, todavía tienes la idea de cursar el seminario?
        -No sé, Agnes, me parece que mi vocación está aquí al lado tuyo y ayudando a crecer a estos niños que mañana serán hombres, después de todo es lo que siempre quise. 
 Estaba extraviado en su propio laberinto. 


                                                      "El puente"/1a ed. Ciudad Autónoma de  Buenos Aires: El escriba, 2015, página 20.





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