Mosquetas rojas para Gustavo
por Gladys Velez
"La mudanza fue abrumadora. Primero embalar todos los trastos frágiles en canastos, luego la ropa, más tarde el traslado de muebles y electrodomésticos.
Cuando llegaron a la casa recién comprada ya se habían olvidado del trabajo agotador que había demandado la mudanza, aunque aún faltaba lo peor.
En la vereda de la calle 26 de Julio, un rubio gordinflón realizó un inventario minucioso de todos los bienes, que pasarían a ser, junto con los de sus vecinos nuevos, patrimonio del barrio.
El camión por fin se fue.
El pequeño rubio gordinflón se presentó como Gustavo, el vecino.
-La verdad, yo no me llamo Gustavo, pero mi nombre no me gusta. Enseguida comenzó a preguntar:
-Ella, ¿Cómo se llama?
-Ella, Nati.
-¿Y ella?
-An
-¿Y vos?
-Delia
-¿Y él?
-Esteban.
-¿Y ese quién es?
-El papá
-¿Y cómo se llama?
-Pedro
-¿Y tu mamá, cómo se llama?- preguntó Delia en un intento de acelerar las relaciones vecinales.
-Ángela
-Y vos, ¿Cuántos años tenes?
-Así...- Dijo juntando cuatro dedos regordetes y ocultando el pulgar-. Pero ya voy al colegio, sé contar y escribir.
-¡Qué bien!
La cocina de Ángela, pegada al patio de Delia, tenía la mágica virtud de su dueña, perfumaba todo lo que la rodeaba con exquisitos aromas.
Ella enharinada, radiante de felicidad, preparaba sus manjares al son de viejas canciones italianas, con voz clara, brillante."
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en Estación Bernal. Primera edición, Buenos Aires: El Escriba. 2009. Páginas 19 y siguientes.
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