Las diabluras de César Aira
Seguimos con “Un sueño realizado”.
Si el narrador se propone provocar lo consigue
en grado superlativo.
Nos habla en forma sesgada: “…tomando sólo la
forma, dejando de lado el contenido, lo que ha pasado es que de vez en cuando,
cinco o seis veces por año, yo obtengo lo que no obtiene casi nadie: la
realización de mis deseos… (Siempre sin hablar del contenido)”
Nos desconcierta con los espacios: “…cuando
salí de Caseros” y en páginas anteriores dice: “Había entrado a la cárcel de
Villa Devoto”. Luego afirma: “...porque todo espacio nuevo siempre me desorienta”
Al episodio grotesco de su
encarcelamiento, donde unos policías patean su cabeza como si fuera una pelota,
sigue tres cortes sucesivos de pelo durante una visita a su pueblo; “…son las
trampas de la percepción”.
El capítulo siete es una prueba más
de la asimétrica lectura que nos propone el narrador en primera persona, sin
nombre; un acertijo sin solución.
Las historias son como “curas
milagrosas” pero el narrador no las inventa (“…qué me importa la creatividad:
no comulgo con esas supersticiones modernistas”); “…las historias no me
suceden, yo sólo las cuento”.
Autor-narrador-personaje se asimilan
en un estilo en el que se piensa, se especula y se obra desde adentro en total
desorden que no es ignorado porque “…sabe cómo debería escribirse un buen relato”.
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