viernes, 21 de septiembre de 2018


                                           Las diabluras de César Aira



 Seguimos con “Un sueño realizado”.

 Si el narrador se propone provocar lo consigue en grado superlativo.

 Nos habla en forma sesgada: “…tomando sólo la forma, dejando de lado el contenido, lo que ha pasado es que de vez en cuando, cinco o seis veces por año, yo obtengo lo que no obtiene casi nadie: la realización de mis deseos… (Siempre sin hablar del contenido)”

 Nos desconcierta con los espacios: “…cuando salí de Caseros” y en páginas anteriores dice: “Había entrado a la cárcel de Villa Devoto”. Luego afirma: “...porque todo espacio nuevo siempre me desorienta”
Al episodio grotesco de su encarcelamiento, donde unos policías patean su cabeza como si fuera una pelota, sigue tres cortes sucesivos de pelo durante una visita a su pueblo; “…son las trampas de la percepción”.

El capítulo siete es una prueba más de la asimétrica lectura que nos propone el narrador en primera persona, sin nombre; un acertijo sin solución.

Las historias son como “curas milagrosas” pero el narrador no las inventa (“…qué me importa la creatividad: no comulgo con esas supersticiones modernistas”); “…las historias no me suceden, yo sólo las cuento”.

Autor-narrador-personaje se asimilan en un estilo en el que se piensa, se especula y se obra desde adentro en total desorden que no es ignorado porque “…sabe cómo debería escribirse un  buen relato”.






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