jueves, 23 de junio de 2022


De ángeles y angelotes por Norma N. Tozzi

Camino en la mañana soleada de otoño por calles desiertas. Solamente las cruza algún gato flaco y otros juegan con su propia sombra. Una gata de ojos soñadores amamanta a sus crías.

Voy despacio, sin prisa, entre construcciones pequeñas con puertas de ornamentadas rejas y vidrios de colores, que despiden reflejos en el sol mañanero. Por momentos me agacho para mirar en su interior: lo adornan costosos jarrones con flores, cortinas bordadas, antiguos portarretratos y crucifijos de reluciente plata. La mayoría está coronada por bellas esculturas de ángeles y angelotes de protectoras alas. Todas blancas en el aire puro.

Algunas de hallan en ruinas por el paso del tiempo, con sus ladrillos centenarios cayendo sobre sí mismo. Ninguna flor las alegra.

Pasa un hombre en bicicleta con una escalera al hombro, una viejita de mantilla negra de caminar tembloroso y dos jóvenes bullangueros con sendos ramos frescos y coloridos.

Oigo rumores. Se mezclan voces lejanas alrededor mío, risas y llantos. Siento el hálito de mujeres de otros tiempos…

Cruza junto a mí Mariquita Sánchez con paso lento debido a sus años. Imagino que irá a San Isidro, a la casona donde reinó en saraos con lo más granado de la sociedad patricia; o quizás se dirige a su casa de la calle Florida, donde a principio de siglo se cantó el himno por primera vez. Ese glorioso piano espera mudo en el Museo de Historia en Parque Lezama.

Oigo pasos leves y creo ver a Camila O´Gorman, que sollozando suavemente se pregunta, ¿por qué Manuela Rosas no pudo salvarme como me prometió? Le daría cobijo en la Casa de Retiros Espirituales, donde también hay un piano mudo que le había mandado su amiga.

Mi corazón asombrado ve pasar a Felicitas Guerrero, envuelta en vaporosas gasas; va camino al templo que levantaron sus padres en Barracas, donde oficiarán una misa por su alma.

Ya más cercano en el tiempo, escucho el caminar ligero de Victoria Walsh: seguramente se dirige al Tigre, donde la espera su padre Rodolfo. Recostados en el césped, juntos leerán escritos políticos y proclamas, viendo correr, allá abajo, las aguas mansas color marrón.

Todas ellas amaron y fueron amadas.

Hoy las escucho y las veo en estas callecitas blancas de sol.

Y sigo caminando por la Recoleta como una turista más, entre tumbas monumentales y cipreses que crecen hasta el cielo.


 



Así leyó Irene Gitelman "Huérfanos" en "Así los trata la muerte" de María Rosa Lojo

María Rosa Lojo, ingeniosa, inteligente, severa crítica de las políticas y costumbres; desarrolla en este cuento, con magistral habilidad, el encuentro de dos personajes, dos épocas y dos muertes autoprovocadas.

Vicky y Dominguito: hijos de grandes prominentes, abandonados por ellos, se encuentran en un mágico momento.

Los separa un siglo pero los hechos y sucesos son casi similares.

Hablan de luchas fratricidas, injusticia social, ideales. Ambos indignados con la autoridad.

No reconocidos por sus características, impulsados por sus padres a esa lucha sin destino.

Se inmolan por sus propios sueños y metas.

Se buscan para ampararse y protegerse.

El paisaje ribereño pone un marco de oro a esta historia.

Diálogos fluidos y profundos.

Leerla es ingresar en un mundo fantasioso y ampliar nuevos conocimientos ocultos por el tiempo.

Como dice Jorge Manríquez.

Nuestras vidas son los ríos

Que van así dar en la mar,

Q’es el morir.

Irene Gitelman


 

jueves, 16 de junio de 2022

 



Hoy publicaremos un poema de Mónica Alberti 
in memoriam

CORRESPONDENCIAS

"Aquella mujer hablaba de su mente como algo sin reposo" Armonía Somers

Ella, de mañanas infinitas
pinceladas grises de asombro
emociones en papeles ocultos
y cartas en el escritorio
con olor a tiempo.
Un ser real
conectado con las cosas
y otro en los campos
saltando cercas
buscando el corazón y su sentido
No hay forma de
conversarle a la vida
sino con el alma
hasta llegar
de día,
también de noche
con la quietud
y los desvelos
al sitio justo
de la deseada correspondencia.

                                                                                           Mónica Alberti, 26/08/2020




Mónica rompe con las ataduras de la versificación clásica para posicionarse por entero en el vínculo sujeto-lenguaje. El poema se transforma así en el lugar que encuentra "el sitio justo"
                                                                                                                          G.V

jueves, 2 de junio de 2022


                          ENCUENTRO EN “LA BIELA” por Nilda Alaimo


Era un bello atardecer, frío, luminoso. Salí a caminar por la ciudad en medio de ese silencio sonoro que traen aparejados los días de invierno, tratando de buscar inspiración para mi próxima novela. El rico aroma que provenía de la cafetería de la esquina me llevó a entrar.
Me senté cerca de la ventana. Pedí un café y me puse a leer un libro de Ana María Cabrera sobre Felicitas Guerrero, esa historia que comenzó como un cuento de hadas y terminó en tragedia.
Miré a través del vidrio que daba la plaza y ví a una bella joven cubierta por un lánguido vestido blanco. Caminaba apresuradamente como atraída por una fuerza poderosa .Cruzó bajo el enorme ombú que cubre con sus ramas la plazoleta y se acercó a la puerta. Esta se abrió sola, sin que ella la hubiese tocado. Miró hacia adentro. Se dirigió, como atraída, hacia una mesa en la que una mujer de anteojos oscuros y marco blanco la miraba insistentemente.
Intrigada, agucé mis oídos para escuchar la conversación.
Se acercó. Le pidió permiso. Se sentó frente a ella con mirada interrogante.
- Perdón … Usted es… Victoria Ocampo. Usted me dijo quería comunicarse conmigo en este lugar. Es para mi un honor sentarme a la mesa de quién fuera una de las grandes protagonistas de la cultura. Usted, escritora, mecenas, ha acogido en su lujoso hogar a los más renombrados escritores y cultores del arte de su época. Se opuso. a injusticias y persecuciones de toda índole y sobre todo, lo más valioso, inaguró un espacio de libertad inédito para la mujer, La admiro!
- Hija mía, no estoy acá para hablar sobre mi vida, sino sobre la tuya. Tu vida licenciosa que causó la muerte de mi tío abuelo! Es imperdonable!
- Perdón , señora!!. Usted me está hablando de Enrique, el que me asesinó a sangre fría?
- Exactamente, querida, Tú eres la causa de su muerte Nunca te preguntaste cómo hubiera seguido tu vida si en vez de haber tenido esa conducta disipada después de tu viudez, te hubieras desposado con ese hombre que tanto te amaba y con el que estoy segura tuviste un romance clandestino?
- Señora, usted no es quién para acusarme. Usted se casó por conveniencia, sin amor y luego tuvo hasta en su luna de miel, amoríos, romances con varios hombres de su círculo intelectual que usted recibía en su lujosa residencia. Claro !no trascendían porque hubiera sido un escándalo !!
- Discúlpame, Felicitas. Más allá de tus comentarios sobre mi persona, que no es de tu incumbencia, tú eras una mujer joven, muy bella, una de las mujeres más deseadas de tu época “ la joya de los salones porteños”. Habías quedado viuda. Tu viudez le brindaba a mi joven tío nuevas esperanzas de conquistarte…..
- Estimada señora. Los seres humanos y usted lo sabe mejor que yo, son presa de sus sentimientos. Perdida en una tormenta en uno de los paseos por los campos linderos, se cruzó un jinete para salvarme guiándonos de regreso a la estancia. Ese jinete que apareció de la nada, después de asomarse a la ventana diciendo “Es mi estancia, que es la suya”, orientó al cochero. El flechazo fue instantáneo. Dió en el blanco, en el corazón. El joven Samuel Saenz Valiente y yo nos enamoramos.
Pero…. quiso el destino que el día en que íbamos anunciar nuestro compromiso, y usted lo sabe muy bien seguramente, apareció SU tío Enrique y me apremió diciéndome “Te casas con Samuel o te casas conmigo” Y al no tener mi respuesta sacó del bolsillo un revólver y al grito de “O te casas conmigo, o no te casas con nadie” de un tiro me asesinó y dicen…. que él … se suicidó.
Victoria con mirada sostenida le dijo:
- Espero Felicitas que la muerte te haya hecho reflexionar , arrepentirte de los daños que has infringido a los seres que te han amado, preguntarte sobre los actos hechos en vida a los que no les diste respuesta o respuesta equivocada , en una suerte de auto redención.
Felicitas se quedó mirando un punto fijo sin responder.
Victoria se levantó, se calzó los guantes, los anteojos y salió caminando.
Felicitas la siguió unos pasos más atrás.
Desaparecieron en medio de una nebulosa al atravesar los portones negros. Nilda(17/05/22)