miércoles, 18 de noviembre de 2020

 


"La palabra que sana"

Hoy escribe Mirta Fernández...

"Una vida"

    Cuantas historias habremos oído y leído de tantos seres que inmigraron desde Europa,  en diferentes circunstancias,  hacia nuestro hermoso país, Argentina. Venían con el corazón lleno de ilusión y esperanza. Sus mentes aún inundadas con la imagen de los seres queridos, sus ojos llenos de lágrimas, y la necesidad de que el tiempo pasara rápidamente para  volver a reencontrarse.

  La historia que tengo en mi memoria y guardo en mi corazón, es distinta, especial, es la historia de mi padre.

Lo imagino subiendo a ese enorme barco que lo traería a la Argentina, no porque él lo hubiera decidido, no, horas antes estaba parado frente a un pelotón de fusilamiento, transcurría la guerra civil española, había salido como todas las noches en busca de alimentos que tanto escaseaban, era muy joven. ¿Qué lo salva?, su documento, mi padre era nacido en Argentina, pierde a sus padres en un accidente y es llevado por sus tíos a vivir a Asturias, qué destino, nunca imagino que su regreso seria de esta manera veinte años después.

   Su travesía desde ya no fue fácil, y si a esto le agregamos que contrae fiebre amarilla en el viaje, y debe quedar tres meses internado en Francia, solo, sin conocer a nadie, tampoco el idioma, salvo la ocasional circunstancia de cruzarse con algún español la situación se agrava..

   Siempre pensé que debió tener una protección especial, o la mano de Dios que lo acompañaba.

    Él fue otro de los tantos que llegaron un día al puerto de Buenos Aires sin nada, solo con lo puesto, y se adentraron en esta tierra buscando libertad, un futuro y dejando allá lejos el horror de la guerra, el hambre y también toda su existencia , familia, amigos, la vida misma aunque en ese momento estuviera destruida por la guerra.

   Primero el trabajo fue de peón, con los años logró llegar a capataz, de la pieza alquilada a una casita en la zona sur que compartiría con el amor de su vida, mi madre.

   Pasaron los años, y la historia fue contada muchas veces por él, con orgullo y siempre con lágrimas en sus ojos. 

   Lo escuchaba con profunda admiración, cómo pudo soportar tanto desarraigo, abandonar lo que tanto amaba, su querida Asturias, y que con un comienzo tan humilde y fatigoso, llego a darnos tanto, estudio, una vida llena de satisfacciones, todo logrado con su honestidad y capacidad de trabajo.

Creo que esa generación tenía en gran valor  la palabra dada, el  honor, el sacrificio, la perseverancia, todo esto formaba su conducta hacia los demás.

   Ellos vinieron llenos de coraje, esperanza, y esos valores hoy corren por nuestras venas, nuestra querida Argentina supo acogerlos y brindarles la oportunidad de formar un hogar, una vida, una familia. Por eso y mucho más debemos estar siempre agradecidos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario