"La palabra que sana"
Hoy escribe Matilde Robustelli...
Desde tiempos antiguos, esta institución ha atravesado diversos avatares y circunstancias felices y no tanto: vaivenes, modalidades, denuestos, reprobaciones, maldiciones, desvalorizaciones pero no por ello ha desaparecido. Se ha vaticinado largamente su ocaso pero aún pelea por su subsistencia.
El matrimonio es la unión de dos personas, que deciden compartir su vida “hasta que la muerte los separe”. Sin embargo, es un contrato flexible, con muchas posibilidades abiertas: se puede optar por permanecer unidos por siempre o hasta que se pueda sostener; situación razonable dado que a menudo se prueba elongando pero sin resultados a la vista. A veces se intenta con la paciencia o el buen humor pero la guerra cotidiana lo torna inviable.
Las mayores de cada familia reflexionan al término de la ceremonia: -ojalá que duren-la vida es larga y no tienen el aguante que teníamos nosotras-.
Es difícil pronosticar. Todo puede suceder…Puede ser que la novia amaine su fuerte carácter y que el novio abandone sus aventuras y viceversa. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? Es de a dos la situación. Impredecible como una carrera de autos o un partido de fútbol. Aparecen la ruptura, el reacomodamiento, la resignificación, la comprensión, son caminos, itinerarios a recorrer.
Frente a la caducidad de la sociedad marital, siempre hay opciones: llamar al contador y al abogado para que se ocupen y si los bienes fueran verdaderamente exiguos: tirar la moneda para ver quién se queda con cada uno de ellos…Lo más difícil y para lo cual se necesitaría una mediación sería decidir la suerte del mamífero de cuatro patas, el amado pichicho, único punto de coincidencia, depositario de los únicos mimos de la casa. La olla Essen, el horno eléctrico y la plancha, se negocian.
¡Matrimonios y algo más!...tema universal y emergente. ¡Que nadie separe, lo que está unido! o como acota Drexsler: Y si hay amor me dijeron… toda distancia se salva.
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