En la boca del infierno
"Susana San Juan oye el golpe del viento contra la ventana cerrada. Está acostada con los brazos detrás de la cabeza, pensando, oyendo los ruidos de la noche; cómo la noche va y viene arrastrada por el soplo del viento sin quietud. Luego el seco detenerse.
Han abierto la puerta. Una racha de aire apaga la lámpara. Ve la oscuridad y entonces deja de pensar. Siente pequeños susurros. Enseguida oye el percutir de su corazón en palpitaciones desiguales. Al través de sus párpados cerrados entrevé la llama de la luz.
No abre los ojos. El cabello esta derramado sobre su cara. La luz enciende gotas de sudor en sus labios. Pregunta:
-¿Eres tu, padre?
-Soy tu padre, hija mía."
Ciertos libros te acompañan como fieles amigos con los que te reencuentras en la gratuidad absoluta, por el simple gusto de leer sobre sus rostros las líneas del tiempo. Es así como desde hace mucho tiempo Pedro Páramo, una novela barroca del mexicano Juan Rulfo escrita a mediados de los años cincuenta y traducida al francés en 1959, no me abandona ya.
No sé a estas alturas cuantas veces la he leído ni a cuántos se la he regalado. Lo más extraño con este libro es que cada lectura representa un nuevo descubrimiento. Su riqueza, su complejidad, su insolencia la hacen inagotable. Es breve, sin embargo, aunque de tal densidad que me llega a ocurrir que necesito detener la lectura para sopesar las frases, como si estuviera con el orfebre. Porque ahí esta presente la poesía.
El texto, que narra historias inverosímiles en la que numerosos personajes atraviesan el libro, dejando cada uno a su paso un poco de misterio, esta preñado de poesía, un momento de reposo. Así, entre dos situaciones desconcertantes y ásperas Juan Rulfo hace un alto, como un caballero que necesita dar de beber a su montura : "...Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra. El olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada..."
¿Cómo hablar de esta novela? ¿Por dónde empezar? No, no voy a narrar la historia; al contrario, prefiero decir cómo será colmado el amante de la literatura, cuánto se estimula su imaginación, su apetito insatisfecho... Podría decirles que se trata de la promesa de un hijo a su madre moribunda, o más bien muerta. Ella le ha pedido que vaya a buscar a su padre, Pedro Páramo, un monstruo, un depredador, una figura de leyenda, una montaña de injusticia, un asesino, un corazón seco, una venganza sin fin, sin límites. Lo envía a un pueblo donde se respira la desgracia, Comala, que blanquea la tierra e ilumina la noche , un pueblo donde no vive nadie, sino las sombras, las voces, los muertos que se revuelven y balbucean al infinito, un lugar en que han quedado atrapados todos los ecos del tiempo, encerrados en las piedras o viajando a través de llanos vacíos, dando al viento una razón de ser. ..............................................................................................................................................
Por TAHAR BEN JELLOUN
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