Identidad y conformación del yo son los temas que atraviesan a los personajes de las novelas que estamos leyendo; esos personajes se deslizan por tiempos y espacios múltiples.
En “Tacos altos” Su Nuam en China, Sonia en Glew busca su origen y se desplaza entre ambos espacios transitando en medio de la incertidumbre un pasaje hacia la adultez. Separadas por una distancia desmesurada Suzhou y Glew son los escenarios del caos, las contradicciones y el choque cultural.
En “Un sueño realizado” también un personaje innominado se desplaza desde Coronel Rosado hasta Buenos Aires. El devenir transforma y empuja los actos de quien no se atrevió a manifestar su enamoramiento juvenil.
La historia se arma y desarma con el paso del tiempo y Florencia, la mujer amada, emerge con fuerza discursiva y presencia necesaria en la novela adquiriendo una visibilidad negada a los desposeídos.
Por último “El aire”, una novela en donde los itinerarios erráticos de Barroso se recortan a partir de la ausencia de su mujer y sus desplazamientos por la ciudad ocupan un tiempo vaciado de sentido.
Barroso distrae su tiempo mirando con extrañeza a una ciudad que como un fractal muestra al mismo tiempo lo nuevo y lo viejo.
En estas tres obras podemos observar como opera el enunciado, el lenguaje, el uso del discurso tornando los actos banales en significaciones ficcionales.
También hay en estas novelas el cuestionamiento sobre el acto de escribir y nombrar, se pone de relieve constantemente una tensión entre mutaciones de tiempo y espacio anulando posibilidades de identificación.
El espacio es un compuesto de fragmentos y el tiempo un presente inestable marcado en el caso de “El aire” por la morosidad.